Luis Alonso Sánchez

Andrés Henao

Aceptamos la fealdad del consumo capitalista como una de las pocas vías -seguras- hacia la libertad, admitimos el desgaste y la exageración como estilo de vida, una manera formal y discursiva de creación plástica. Nos fascina la luna y lo que bajo su reflejo se hace sombra, aceptamos hacer el amor, aceptamos el sexo, las peleas y a nuestrxs hijxs. Nos sometemos al decadente afán del tiempo por destruirnos, otra vía -segura- para la añorada paz individual (libertad).

Son de libertinaje las cadenas que amable y fuerte nos sujetan a la tierra y recuerdan nuestras ambiciones, son de placer los eslabones, de ladrido los besos y en colmillos afilados rabiosos llenos de baba encontramos la grandiosa oportunidad para matar el tiempo. ¡¡ Esa es nuestra suerte !!

Y la suerte hay que exagerar hasta convertirla en belleza, nuestra propia belleza. Algunos -nosotros- encontramos lo bello y aún lo más bello en la costra, el golpe, el dealer; círculos violentos paralelos que al colisionar consumen vidas -compiten- exagerando lo que un día fue bello, verdaderamente bello, pero hoy, es discordante y puntiagudo, de mucho cuidado. Sí, hablamos de exagerar la belleza y mantenerla viva, palpitante, enojada pues, pero viva e intelectual: revolucionaria.

Lo muerto ¿Qué tan bello es?, o solo son bellas las muertes revolucionarias. Aquellas que en vida -y muerte- se saturaron de preguntas y quién sabe si habrán encontrado las respuestas. Cioran escribió sobre la inutilidad de la muerte y aún así la propuso como una vía -segura- más para ser libre.

¡Qué bello es lo que muere!, hasta que está muerto y su belleza se torna con nuevas capacidades alegóricas y estéticas para su mejor apreciación.

¡Qué bello es lo que mata!, hasta que te mata y su belleza recae en la memoria y la glorificación de haber matado al tiempo para sucumbir frente a él, el tiempo.

¡Qué bello colmillo!, hasta que te muerde y tu belleza es el acto de matar y morir sosteniendo en equilibrio -cada quien- su propia suerte.

¡Qué bella es la pintura!, hasta que se destruye y su belleza abierta y desdoblada se convierte en fea. Colmillo de mala suerte presenta una serie de procesos resultado de seis semanas de trabajo dentro del taller (Galería Encarte) por parte de los artistas: Andrés Henao (Medellín 1991) y Luis Alonso Sánchez (Tijuana 1995); donde a partir de un material residuo de propagandas ilegales la dupla de pintores plantea una alegoría de SUERTE para la ciudad de México cuya coyuntura social, cultural y política en palabras del maestro Luis Alonso, es digna de un Pasolini.

¡Qué bellos los tragos de nueve a nueve!, hasta que empecemos otra vez.

¡Qué belleza bañarte con agua fría y guardar un secreto!, hasta quién sabe cuando vuelva a pasar..

!Qué horrible es la guerra! ¡Qué horrible es el miedo! !¡Qué horrible, puede llegar a ser tan bello!

¡Qué bella la libertad! ¡Qué bello poder conseguirla!

Marco A. Aviña. Colmillo de mala suerte. Junio 2025.

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